miércoles, 10 de agosto de 2016

31 años/31 confesiones de escaso interés general


Si es cuestión de confesar:

1. Di mi primer beso a los 16. Cogí a los 17. Acabé por primera vez cogiendo casi a los 18. Garché, lo que se dice garchar, por primera vez a eso de los 22.

2. [Edité esta confesión porque era bastante mentira, salvo lo de mi timidez y mi incapacidad para bailar.]

3. Tuve una relación a distancia, o algo así, y descubrí que del amor al odio también puede haber decenas de kilómetros.

4. Una vez, una novia me dijo que sus amigos siempre iban a estar en primer lugar. Estuve enojado durante un par de años hasta que descubrí que los amigos son todo. Que mis amigos son todo.

5. Creo que no nos merecemos la capacidad de enamorarnos más de una vez en la vida.

6. Yo ya me la gasté.

7. Placeres que otros considerarían culposos pero yo no, y que curto sin distanciamiento irónico (tampoco van a encontrar ni una ironía acá): Shakira, Buffy, la cazavampiros, Los Auténticos Decadentes, Gilda, Dani Umpi, haber visto abundante de Chiquititas (la excusa: "mi hermana menor lo mira"), las entrevistas a Ricardo Iorio.

8. Tengo una pesadilla horrible y traumática que me invade al menos una noche por semana y me arruina el humor del día. 1/3 del punto 22 tiene que ver con eso.

9. No entiendo de fútbol, pero nada. Apenas sé algunas reglas. Me enteré de qué era un orsai cuando una ex novia me lo explicó, un día hablando sobre la revista Orsai. No me vibró ni una célula cuando Uruguay salió cuarto en un mundial que no sé ni de qué año fue.

10. Soy depresivo. No hablo de ser emo ni tener un ánimo para abajo, sino de una enfermedad. Un diagnóstico clínico que se aplaca -un poco- con pastis. A veces con muchas. Uno de sus síntomas mas heavy es el insomnio. En esta cabecita hay problemas peores, que no serán reseñados.

11. Pasti. Qué droga rica y casi libre de consecuencias negativas. En mis 31 años he probado todas las drogas que tuve a mi alcance, excepto la pasta base. Una vez, sentado en una vereda con mis peores ropas, me acercaron una pipa improvisada en un inhalador como el que uso para pelear contra el asma, pero el olor de la pasta me mató y no pude chasquear el encendedor. Adoro los estados alterados de la falopa.

12. Pasti II. Tres veces tuve que ir a comprar pastillas del día después. Obviamente, las tres veces fui lo más rápido que pude y no esperé a que llegara el día después. Me tomaba muy en serio eso de que cuantos más segundos antes la tomara la piba en cuestión, la efectividad sería mayor. Una vez, ante un incidente de carpa en Valizas, tuve que irme volando a Castillos, en busca de una farmacia. Al otro día fui a hacer compras al almacén de Valizas y vi que tenían de esas pastis. Me quería matar. Y sí: esa gente piensa en todo.

13. La sola idea de tener hijos me genera un terror indescriptible. Más de una pareja se me ha cancelado por eso. La idea de que otra gente tenga hijos apenas me genera miedo.

14. Tuve y tengo muchos vicios. Tuve una adicción.

15. Empecé a fumar a los 16. Dejé y volví como seis veces. De pendejo escondía la caja adentro de mi amplificador de guitarra, que abría y cerraba poniendo y sacando los tornillos, y que pegaba a una de las paredes internas con cinta aisladora (ver punto 28). Mi primera pitada fue un Nevada, comprado con vergüenza y plata justa en un quiosco que elegí muy lejos de casa. Pedí fuego a una pareja que pasaba por Avenida Italia y tosí todo el camino a la casa de un amigo. Antes de llegar, me pasé la lengua por los dientes para sacarme el olor a tabaco, nicotina y otras porquerías quemadas. Nadie se dio cuenta; nuestro gusto, olfato y el resto de los sentidos se iban alterando a lo largo de la madrugada, a medida que iban bajando las cajas de Santa Teresa Frutal. Varias veces -de esa época sub 20 y de otras supra 20- me empedé hasta vomitar sangre. Nunca consulté a un médico por eso. Mi hipocondría es selectiva.

16. A veces siento culpa sin haber hecho nada malo. A veces me la genera la idea de pensar que otro piensa que estoy haciendo cosas malas.

17. Necesito muchas cosas. Una de ellas es, siempre, un bar que oficie de segundo hogar. Los últimos, en orden: el Gallo Rojo (que cerró), el Fénix (que cambió de dueño y de espíritu) y el actual, el Clash (no relacionado, de verdad [tampoco hay mentiras en esta lista], con el punto 14). Una de las claves de un buen bar es que esté mal (poco) iluminado.

18. Tengo problemas complicados en temas básicos. No puedo hacer cuentas matemáticas simplísimas. Me cuesta diferenciar la izquierda de la derecha (refiérome a orientaciones físicas, no políticas). Tengo que pensar un rato para poder decir en qué orden se suceden las estaciones. Sólo sé que me gusta el otoño.

19. Y a pesar de eso, soy friolento y no puedo estar mucho tiempo quieto sin que se me duerman partes del cuerpo que deberían estar despiertas. No sé si tiene algo que ver con eso mi tic de hacer vibrar la pierna -emm- derecha que tanto perturba a los compañeros de trabajo que sufren mi cercanía y ven temblar los monitores de sus computadoras.

20. Puede que sea un poco hipocondríaco. Nada que ver con los puntos 10, 14 y 19.

21. Además, pequeñas neurosis. Intento que todo caiga en el número 5 o sus múltiplos: casilleros en el supermercado, páginas en las que me detengo cuando me rindo en una googleada. No puedo gritar. Jamás pude piropear a una desconocida. Me desagradan un poco los nombres -y odio el mío con saña egófoba- así que para dirigirme a las personas uso apodos, diminutivos o apellidos o vocativos inespecíficos (bo, que va con be, o che). No puedo dormir si hay luz o ruido. Tampoco si la puerta del cuarto está cerrada sin llave. Me aterroriza la idea de manejar un auto, e incluso me pone nervioso estar del lado del acompañante. Las faltas de ortografía me queman las retinas. Me molesta y me avergüenza mucho hablar por teléfono. Y todo así.

22. Mis tres tatuajes son totalmente cultura geek en su superficie epidérmica, pero en el fondo, donde la tinta dejó su quemadura para siempre en la piel, tienen significados personalísimos y capaz hasta espirituales.

23. Soy agnóstico, y creo que es una de las dos formas inteligentes de pensar a las deidades. La otra válida es ser religioso radical. El ateísmo es para la gilada.

24. Mi cumpleaños me deprime. Mi último festejo fue hace 15 años. Una fiesta sorpresa que odié sólo por ser tal, y encima una persona me lo arruinó.

25. Si es que hay algo como un lector de este blog, ya lo debe saber: vengo de una familia de clase obrera. Padre carpintero, profesión que sube hasta lo más alto en el árbol genealógico. Madre modista y cocinera. Abuela negra, con un pasado de conventillo montevideano. Soy el primero de mi linaje en pisar una universidad -a pesar de no haber terminado ninguna carrera- y en dedicarse a un área intelectual.

26. Que ver con el punto anterior: de chico fui pobre. No hablo de marginalidad, sino de clase media-baja. Posta. Crecí hacinado en un cuarto de tres metros por dos, ocupados por una cucheta compartida con mi hermana y enfrentado a la cuna de mi hermano diez años más chico. La casa tenía paredes de yeso y el techo era de chapa, lleno de constelaciones de agujeros que la lluvia convertía en goteras. El piso era de una moquet con bordes eternamente despegados. Pasé mucho frío -tener en cuenta el punto 19- y muchas más privaciones. El baño de mi casa era tan feo que un día de niñez hice que un compañero de escuela meara entre los aloes para que no entrara y viera ese rectángulo de ducha al lado del water, sin bidet, azulejos partidos, caños herrumbrados y botiquín sin puertitas, que exhibía las entrañas medicinales de mi familia. Durante la crisis de 2002, mi familia decidió irse a probar mala suerte a Estados Unidos. Me despedí de mis amigos con palabras entrecortadas y lágrimas ácidas, pero al final mis padres decretaron que mejor nos íbamos a quedar en Uruguay, aunque la pasáramos mal. Nuestro auto estaba hecho mierda. Nuestro ánimo también.

27. Hago frecuentemente lo que no quiero que me hagan a mí. Me es fácil aceptar defectos propios y odiarme, y muy difícil aceptar los ajenos, dos cosas que me propongo cambiar. Todo que ver con los puntos 22 y 24.

28. Me hicieron y me hice mucho mal. Me volvieron y me volví desconfiado 360 grados. Soy totalmente paranoide. Lo siento.

29. Y para ser más franco, nadie piensa en vos como lo hago yo. Aunque te dé lo mismo. 

30. Obvio que la mayoría de las cosas jugosas quedaron afuera de esta lista.

31. No voy a confesar ninguna de ellas cuando cumpla 32.

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