1.
A Roberto Musso lo entrevisté hace muchas capas geológicas de la juventud, en Juan Lacaze, cuando fui a cubrir el Festival del Sábalo (!) para una página web que ojalá se haya perdido para siempre en los abismos del caché. Yo era un prejoven, el Cuarteto era precampodónico (bah: el Cuarteto todavía era un cuarteto) y el rock era prepilsen. Era rock hecho en Uruguay, porque todavía no se había inventado el rock uruguayo. Alrededor de Musso y yo, el pueblo se preparaba para el ruido: las familias huían del predio y los rockeros lacacinos entraban -porque era también un tiempo preamistad entre rock y familia-. Incluso había visitantes de Colonia Valdense que se habían aventurado en territorio enemigo. Musso le contestaba mis preguntas liceales a un grabador que temblaba, mientras yo miraba el piso para escaparme de su visión estrábica. En eso cae Riki diciendo que había asustado a unos policías persiguiéndolos y diciéndoles no sé qué cosa. Su hermano mayor larga una risa de hermano mayor. El diálogo que sigue es una reconstrucción de memoria -o sea, mentirosa- porque, por suerte, también se perdió la grabación.
-¿Esto es común?
-Y... Riki es así. Nosotros nos hacemos un poco los raros pero él es de verdad.
Años después -poscampodónico, pospilsen, posliceo- salió el disco Raro, con esa aberración genética en la tapa. Pronto el Cuarteto sería rap, sería Grammy, sería quinteto.
2.
Rarísima la tapa de ¡Formidable!, el disco de Riki que acaba de salir para bajar gratis y obligatorio. Si el 4Teto en su disco quiebre lució la portada de un Frankenstein de sus integrantes, acá Riki Musso deja claro que basta con su deformidad propia, apenas retocada. Por algún motivo, siempre me pareció el más loser de los cuatro. Mientras Roberto se empeñaba en construir la imagen de perdedor desde la primera persona, y con qué talento, Riki hacía sufrir a sus personajes con la saña de un demiurgo resentido, una víctima del bullying antes de que se llamara bullying, que ahora se cansó de ser el gil y se compró una pedalera. La galería de personajes de Riki es un circo de niños con cáncer y/o víctimas de abusos varios, amputados que pasaron por lobotomías, hombres viudos con hijos retardados, polacos perdidos en Montevideo; él entiende al deforme (hasta le compuso esa canción directa de 1986) y lo canta desde adentro. En verdad, aunque no use tanto la palabra yo, Riki es el que más escribe en primera persona.
3.
Odiar a Campodónico. Colgar al DJ. Un poco no nos gusta que la banda que escuchábamos -primero en casete atraídos por las malas palabras y después en CD, atraídos por la irreverencia nacional- se haya vuelto tan masiva de la mano de Campo. El efecto Gollum. Muy uruguayo, diría, si no me molestara tanto cuando la gente etiqueta de muy uruguayas actitudes que en realidad son de gente de todo el mundo (a su vez, una actitud muy uruguaya). Seamos sinceros: nos rompe las bolas que el continente le dé a la banda lo que nuestro país despistado no tuvo ganas ni capacidad de darles. Nos jode que gente que nació en los 90 use remeras tamaño M de la banda que seguimos durante toda la década pero no nos animamos a exhibir en la ropa. Nos molesta mucho que los perdedores ganen. Somos conservadores. Nos gusta que suba gente al ómnibus hasta que subimos nosotros, y a partir de ahí que no suba nadie. Pero la culpa es de Gollum y del anillo: Campodónico, productor a lo yanqui -de los que empiezan a trabajar desde el proceso creativo y no recién en el estudio-, se dio cuenta de que había que homogeneizar el sonido, pero lo que hizo fue pasteurizarlo. Campodónico, productor hasta cuando intenta ser músico -porque Campo, vamos, no es mucho más que un proyecto armado por un productor en rol de productor, además de un anuncio mentiroso de un género nuevo, el "subtropical"-, se dio cuenta a partir de Raro que el rap rendía, y Roberto Musso no hizo prácticamente nada más desde ahí que rapear. Campodónico eliminó el "chiste musical", los ruiditos de fondo, los cambios de género que probaban que el Cuarteto no sólo era gracioso: eran una buena banda capaz de tocar mucho. Campodónico metió copypaste en la grabación de Bipolar y cuando salió el disco Riki vio que cosas que había grabado no estaban y que había cosas que no había grabado y estaban, así que Riki se fue. Un buen perdedor es el que pierde pero también el que elige perder.
4.
Riki era el Campodónico de antes. Grababa al Cuarteto en su estudio, mezclaba, masterizaba, retocaba. Metía muchas guitarras. Sonaba imperfecto, sonaba casero, sonaba vivo. Aunque no se lo reconozca nunca como guitarrista, Riki es tan bueno que hubo que buscar al mismísimo Topo Antuña para llegar a la altura de su deformidad refinada. Un hombre de muchos pedales, amigo del efecto tremolo, de las escalas cromáticas incómodas y de los bends que parecen gritos de Cuasimodo. Un observador de los tics de los géneros para reproducirlos, medio en joda y medio en serio. Ante el sonido más tirando a homogéneo de los últimos discos del Cuarteto, ¡Formidable! se vuelca hacia un pop bizarro de guitarras acústicas y bajos precisos que Tavella nunca hubiera tocado. Hay armonías "raras", tiempos irregulares, solos ruidosos: cosas que el Cuarteto desterró en sus últimos discos. Riki es el dios del estudio: grabó voces, teclados, bajo y muchas guitarras (las baterías quedaron a cargo de Leo Baroncini, ex Los Tontos) y juguetea con armonías folclóricas "La antorcha humana" (un tema que viene tocando en vivo hace años en sus presentaciones de hombre solo, algunas junto a Maslíah) y en "Chiche bombón", visita a Buenos Muchachos (ok: a Pixies) en "6 días de asueto", ahoga su voz en flanger casi al final de "Criminal" y jode con el autotunes en "La flor de la sandía", como un guiño a la indignación que generó cuando lo usó el hermano mayor en Porfiado. También es un gran letrista. Dos ejemplos. A) "y me gritaron imbécil / el resto de la frase la perdí en el hormigón", en "La estrella del baile" (la anécdota de un músico que, patovica mediante, no puede entrar a su propio show, o un ensayo sobre las diferentes capas del problema de ser perdedor aún ganando, una temática que sobrevuela todo el disco). B) "La irrisoria estadística .1 en un millón / es un montón si justo te toca a vos", en "La antorcha humana", que tiene el plus graciosísimo de "bola de fuego para bailar". También hay climas, ambientes, onirismo (me embolé de citar nombres enteros, pero hay un tema buenísimo y circular sobre cabras y ovejas en un ascensor, que suena muy Exilio Psíquico), amor (otro tema sobre una mujer que huele a sandía), resignación laboral (hay una que es como una respuesta a "Pobre papá"). No tan infumable a propósito como en discos anteriores, más de entrecasa que casero, nada low-fi, la ironía del título habla de los buenos perdedores, los que saben sublimar su condición en algo útil y hacer de toda esta mugre aunque sea una perla.
-¿Esto es común?
-Y... Riki es así. Nosotros nos hacemos un poco los raros pero él es de verdad.
Años después -poscampodónico, pospilsen, posliceo- salió el disco Raro, con esa aberración genética en la tapa. Pronto el Cuarteto sería rap, sería Grammy, sería quinteto.
2.
Rarísima la tapa de ¡Formidable!, el disco de Riki que acaba de salir para bajar gratis y obligatorio. Si el 4Teto en su disco quiebre lució la portada de un Frankenstein de sus integrantes, acá Riki Musso deja claro que basta con su deformidad propia, apenas retocada. Por algún motivo, siempre me pareció el más loser de los cuatro. Mientras Roberto se empeñaba en construir la imagen de perdedor desde la primera persona, y con qué talento, Riki hacía sufrir a sus personajes con la saña de un demiurgo resentido, una víctima del bullying antes de que se llamara bullying, que ahora se cansó de ser el gil y se compró una pedalera. La galería de personajes de Riki es un circo de niños con cáncer y/o víctimas de abusos varios, amputados que pasaron por lobotomías, hombres viudos con hijos retardados, polacos perdidos en Montevideo; él entiende al deforme (hasta le compuso esa canción directa de 1986) y lo canta desde adentro. En verdad, aunque no use tanto la palabra yo, Riki es el que más escribe en primera persona.
3.
Odiar a Campodónico. Colgar al DJ. Un poco no nos gusta que la banda que escuchábamos -primero en casete atraídos por las malas palabras y después en CD, atraídos por la irreverencia nacional- se haya vuelto tan masiva de la mano de Campo. El efecto Gollum. Muy uruguayo, diría, si no me molestara tanto cuando la gente etiqueta de muy uruguayas actitudes que en realidad son de gente de todo el mundo (a su vez, una actitud muy uruguaya). Seamos sinceros: nos rompe las bolas que el continente le dé a la banda lo que nuestro país despistado no tuvo ganas ni capacidad de darles. Nos jode que gente que nació en los 90 use remeras tamaño M de la banda que seguimos durante toda la década pero no nos animamos a exhibir en la ropa. Nos molesta mucho que los perdedores ganen. Somos conservadores. Nos gusta que suba gente al ómnibus hasta que subimos nosotros, y a partir de ahí que no suba nadie. Pero la culpa es de Gollum y del anillo: Campodónico, productor a lo yanqui -de los que empiezan a trabajar desde el proceso creativo y no recién en el estudio-, se dio cuenta de que había que homogeneizar el sonido, pero lo que hizo fue pasteurizarlo. Campodónico, productor hasta cuando intenta ser músico -porque Campo, vamos, no es mucho más que un proyecto armado por un productor en rol de productor, además de un anuncio mentiroso de un género nuevo, el "subtropical"-, se dio cuenta a partir de Raro que el rap rendía, y Roberto Musso no hizo prácticamente nada más desde ahí que rapear. Campodónico eliminó el "chiste musical", los ruiditos de fondo, los cambios de género que probaban que el Cuarteto no sólo era gracioso: eran una buena banda capaz de tocar mucho. Campodónico metió copypaste en la grabación de Bipolar y cuando salió el disco Riki vio que cosas que había grabado no estaban y que había cosas que no había grabado y estaban, así que Riki se fue. Un buen perdedor es el que pierde pero también el que elige perder.
4.
Riki era el Campodónico de antes. Grababa al Cuarteto en su estudio, mezclaba, masterizaba, retocaba. Metía muchas guitarras. Sonaba imperfecto, sonaba casero, sonaba vivo. Aunque no se lo reconozca nunca como guitarrista, Riki es tan bueno que hubo que buscar al mismísimo Topo Antuña para llegar a la altura de su deformidad refinada. Un hombre de muchos pedales, amigo del efecto tremolo, de las escalas cromáticas incómodas y de los bends que parecen gritos de Cuasimodo. Un observador de los tics de los géneros para reproducirlos, medio en joda y medio en serio. Ante el sonido más tirando a homogéneo de los últimos discos del Cuarteto, ¡Formidable! se vuelca hacia un pop bizarro de guitarras acústicas y bajos precisos que Tavella nunca hubiera tocado. Hay armonías "raras", tiempos irregulares, solos ruidosos: cosas que el Cuarteto desterró en sus últimos discos. Riki es el dios del estudio: grabó voces, teclados, bajo y muchas guitarras (las baterías quedaron a cargo de Leo Baroncini, ex Los Tontos) y juguetea con armonías folclóricas "La antorcha humana" (un tema que viene tocando en vivo hace años en sus presentaciones de hombre solo, algunas junto a Maslíah) y en "Chiche bombón", visita a Buenos Muchachos (ok: a Pixies) en "6 días de asueto", ahoga su voz en flanger casi al final de "Criminal" y jode con el autotunes en "La flor de la sandía", como un guiño a la indignación que generó cuando lo usó el hermano mayor en Porfiado. También es un gran letrista. Dos ejemplos. A) "y me gritaron imbécil / el resto de la frase la perdí en el hormigón", en "La estrella del baile" (la anécdota de un músico que, patovica mediante, no puede entrar a su propio show, o un ensayo sobre las diferentes capas del problema de ser perdedor aún ganando, una temática que sobrevuela todo el disco). B) "La irrisoria estadística .1 en un millón / es un montón si justo te toca a vos", en "La antorcha humana", que tiene el plus graciosísimo de "bola de fuego para bailar". También hay climas, ambientes, onirismo (me embolé de citar nombres enteros, pero hay un tema buenísimo y circular sobre cabras y ovejas en un ascensor, que suena muy Exilio Psíquico), amor (otro tema sobre una mujer que huele a sandía), resignación laboral (hay una que es como una respuesta a "Pobre papá"). No tan infumable a propósito como en discos anteriores, más de entrecasa que casero, nada low-fi, la ironía del título habla de los buenos perdedores, los que saben sublimar su condición en algo útil y hacer de toda esta mugre aunque sea una perla.
Guaaau... Me late el corazón a full después de leer esto. Hermoso :-)
ResponderEliminarGrande Rikiii!! Sos el mejor!